Colaboración en Revista de Letras
Aleksandr Solzhenitsyn argumentaba que había sido encerrado en el gulag por ingenuidad: sabía que no podía mencionar secretos militares pero creía que se le permitiría pensar. Saul Bellow se refería al sufrimiento del pueblo ruso, el de sus antepasados, como uno de tal magnitud que los supervivientes se perciben, aunque no lo pretendamos, como más “humanos”. Naturalmente que algo de todo esto ―la injusticia, la desesperanza, la humanidad, la intensidad de la amistad―, encontramos en Vestidas para un baile en la nieve, de Monika Zgustova (Praga, 1957), publicado por Galaxia Gutenberg, libro de entrevistas, a medio camino entre la crónica marcadamente literaria y el testimonio, que nos recuerda a Vasili Grossman, Ilyá Ehrenburg o Svetlana Aleksiévich, pues enseguida identificamos ese estilo de la prosa y el diálogo de los grandes escritores rusos. Las entrevistadas son mujeres supervivientes que el régimen catalogaría como intelligentsia, que por mala suerte (muchas veces), por ingenuidad o por combatir contra el estalinismo, fueron enviadas al gulag.